Por OPSur.- En diciembre de 2010, Repsol-YPF hizo público el “descubrimiento” (1) en Neuquén de 4,5 millones de metros cúbicos de gas “no convencional”, denominado así por encontrarse en estructuras geológicas especiales, que hacen que no pueda ser extraído mediante técnicas tradicionales. La existencia de depósitos de gas en arenas compactas (tight gas) y gas de esquisto (shale gas) ha alentado previsiones y propuestas de todo tipo.

En abril se conoció un informe del Departamento de Energía de los Estados Unidos que posiciona a la Argentina como el tercer país del mundo con “recursos potenciales” de gas no convencional, con una posibilidad de recuperación de 774 trillones de pies cúbicos (TFC), detrás de China (1.275 TFC) y Estados Unidos (862 TFC) (Argentina.ar, 18/4/2011).

Al mes siguiente, trascendieron las intenciones del gobernador neuquino, Jorge Sapag, de presentar a la Nación un proyecto para el desarrollo del gas no convencional en la provincia, que requeriría una inversión de US$ 10.000 millones. Sapag estima que en un lapso de cuatro años estaría en condiciones de “abastecer el gas que consume la República, más el que se va a consumir por el crecimiento natural de la industria, más el que se puede perfectamente exportar por los gasoductos que hoy están ociosos a Chile y que han costado miles de millones construir” (La Mañana Neuquén, 3/5/2011).

El nivel de inversiones requerido –sobre todo para las explotaciones de gas de esquisto, que, a diferencia de las de tight gas, implican necesariamente llegar a la roca madre y realizar perforaciones horizontales-, ha revitalizado el interés de los “grandes jugadores” de la industria por la zona, como lo evidencia el desembarco de la norteamericana Exxon-Mobil en Neuquén.

Ahora bien, al margen de las especulaciones y del enorme negocio en ciernes, ¿qué implica la explotación de shale gas en términos estrictos? ¿Cuáles son sus potenciales impactos? Para intentar responder algunos de estos interrogantes, a continuación detallamos los aspectos más salientes de Shale gas: a provisional assessment of climate change and environmental impacts (“Gas de esquisto: evaluación preliminar de sus impactos ambientales y sobre el cambio climático”), informe preparado al respecto en enero de 2011 por elTyndall Centre for Climate Research, organización del Reino Unido que agrupa científicos, economistas, ingenieros y cientistas sociales abocados a la investigación de alternativas de desarrollo sustentable frente al cambio climático.

 Fractura hidráulica y perforación horizontal

El shale gas o gas de esquisto se obtiene a partir de la explotación del esquisto, una roca sedimentaria formada a partir de depósitos de lodo, cieno, arcilla y materia orgánica. Antaño consideradas como meras rocas de formación para el gas que se deposita en reservas de areniscas y carbonatos -que son los principales objetivos de las explotaciones de gas convencional-, han cobrado relevancia en términos productivos a raíz de un contexto económico favorable que ha disparado el precio de los hidrocarburos, la irreversible declinación de las reservas tradicionales, y avances tecnológicos que han permitido la combinación de dos técnicas: la perforación horizontal y lafractura hidráulica.

La fractura hidráulica -conocida en inglés como fracking– es una técnica de estimulación de yacimientos que consiste en el bombeo de fluido y un agente de apuntalamiento –por lo general arena- a elevada presión, con el propósito de producir microfracturas en la roca almacenadora de hidrocarburos. Las fracturas se producen desde el pozo de inyección y se extienden por cientos de metros hasta la roca de reserva, manteniéndose abiertas por acción del agente de apuntalamiento, permitiendo así la fluencia y recuperación del hidrocarburo. A su vez, la técnica de perforación horizontal permite maximizar el área rocosa que, una vez fracturada, entra en contacto con el pozo, y por consiguiente, incrementar la extracción en términos de la fluencia y el volumen de gas que puede ser obtenido del mismo.

La utilización de ambas técnicas genera diferencias con las explotaciones convencionales respecto de la cantidad y la distribución de pozos sobre los yacimientos. Una de las formas más comunes consiste en la construcción de una “plataforma de pozos” (well pad en inglés), en el centro de lo que, por lo general, son formaciones de entre 6 y 8 pozos horizontales perforados secuencialmente en hileras paralelas. Un único pozo, perforando verticalmente hasta 2 km, y horizontalmente hasta 1,2 km, remueve alrededor de 140m3 de tierra, por lo que una plataforma promedio remueve alrededor de 830m3, casi diez veces más que un pozo convencional perforado a 2 km de profundidad.

Cada plataforma puede acceder únicamente a una pequeña área del yacimiento que se pretende explotar, por lo que es común que se dispongan múltiples plataformas sobre el mismo, y que se requiera una superficie lo suficientemente grande como para permitir el despliegue y almacenaje de los fluidos y el equipo necesario para las operaciones de fractura y las perforaciones horizontales.

“Secretos comerciales”

Como puede verse en Gasland (2010) –excelente documental que registra los perjuicios ocasionados a quienes viven en las adyacencias de este tipo de explotaciones en los Estados Unidos-, la utilización de compuestos químicos durante el proceso de fractura hidráulica ha sido fuente de numerosos casos de contaminación. No obstante, a partir de lo que se conoce como la enmienda Halliburton -a raíz del lobby ejercido por esa empresa para generar una laguna jurídica en la ley estadounidense de energía de 2005-, la Agencia de Protección Ambiental (EPA, Environmental Protection Agency, en inglés) carece de herramientas y potestades para  controlar y regular la utilización de fluidos en dicho proceso, permitiendo que en muchas oportunidades las compañías se nieguen a revelarlos bajo el argumento de que constituyen “secretos comerciales”, como si se tratara de la fórmula de la Coca-Cola. Por esta razón, no existe información precisa sobre la identidad y la concentración de los químicos utilizados, aun cuando, como ocurre en el estado de Nueva York, se la solicite como un requisito previo a la autorización de los proyectos.

Con motivo de la veloz expansión de la industria del shale gas, y la creciente preocupación en buena parte de la opinión pública estadounidense, la EPAanunció en marzo de 2010 la puesta en marcha de una profunda investigación que dé cuenta de los potenciales impactos negativos que la técnica de fractura hidráulica puede tener sobre la calidad del agua y la salud pública. Si bien los resultados iniciales de dichos estudios estarán disponibles recién hacia finales de 2012, algunos estados -como Nueva York- ya han puesto en suspenso la instalación de este tipo de explotaciones.

Extracción de gas de pizarra contamina el agua con metano. BBC Mundo

De acuerdo a la poca información que ha tomado estado público, si bien la composición del fluido utilizado para realizar las fracturas varía de acuerdo a la formación que se pretende explotar, por lo general se encuentra compuesto en un 98% de agua y arena, y un 2% de aditivos químicos, entre los que se encuentran:

· Ácido: limpia la perforación previamente a la inyección del fluido para la realización de las fracturas.

· Bactericida / biocida: inhibe el crecimiento de organismos que podrían producir gases que contaminen el gas metano, y reducir la capacidad del fluido de transportar el agente de apuntalamiento.

· Estabilizador de arcilla: previene el bloqueo y la reducción de la permeabilidad de poros por formaciones arcillosas.

· Inhibidor de corrosión: reduce la formación de óxido en las tuberías de acero, los encamisados de los pozos, etc.

· Reticulante: la combinación de esters de fosfato con metales produce un agente reticulante que permite aumentar la viscosidad del fluido, y por lo tanto, transportar más agente de apuntalamiento en las fracturas.

· Reductor de fricción: reduce la fricción y permite que los fluidos fracturantes sean inyectados en dosis y presiones óptimas.

· Agente gelificante: incrementa la viscosidad del fluido, permitiendo un mayor transporte de agente de apuntalamiento.

· Controlador de metal: previene la precipitación de óxidos de metal que podrían degradar los materiales utilizados.

· Inhibidor de sarro: previene la precipitación de carbonatos y sulfatos (carbonato de calcio, sulfato de calcio, sulfato de bario), que podrían degradar los materiales utilizados.

· Surfactante: reduce la tensión superficial del líquido de fractura, y por lo tanto ayuda a la recuperación del mismo.

Según el informe del Tyndall Centre, la poca información suministrada por las operadoras permite, aún así, certificar que numerosas sustancias han sido clasificadas por organismos de control europeos como de “inmediata atención” debido a sus efectos potenciales sobre la salud y el ambiente. En particular, 17 han sido clasificadas como tóxicas para organismos acuáticos, 38 son tóxicos agudos, 8 son cancerígenos probados y otras 6 están sospechadas de serlo, 7 son elementos mutagénicos, y 5 producen efectos sobre la reproducción. Si bien el nivel de riesgo asociado al uso de estas sustancias depende de su concentración y de la forma en que se exponga a los seres vivos y al ambiente durante su utilización, las enormes cantidades que deben emplearse –para una plataforma de 6 pozos oscilarían entre los 1.000 y los 3.500 m3 de químicos-, serían, por sí mismas, motivo de máxima precaución y control.

Ver más en http://opsur.wordpress.com/2011/07/01/shale-gas-hacia-la-conquista-de-la-nueva-frontera-extractiva/